martes, 4 de agosto de 2009

El tren de la vida

Tiempo atrás leí un libro que me hizo pensar. Su lectura era interesante. Comparaba nuestras vidas con un viaje en tren salpicado de accidentes.
Si lo piensas, al nacer nos subimos al tren de la vida, y en el trayecto nos encontramos con personas que entonces creemos que siempre estarán contigo en el viaje. A medida que el tren avanza en su recorrido nos vamos distanciando de ellos, aunque vayan en el mismo convoy, y sin darnos cuenta, un día tendremos que parar en una estación donde se bajarán dejándonos huérfanos de su cariño, pero el tren continuará su recorrido en busca de otra estación. Y en cada estación subirán a nuestro tren otras personas que serán muy especiales. Subirán nuestros hermanos, nuestros amigos, los enemigos y hasta los amores. Algunos sólo harán un corto paseo con nosotros, y en alguna estación cambiarán de tren. Nuestro viaje estará repleto de alegrías, también de tristeza. Habrá quien viajará contigo pasando desapercibidos, en cambio, otros se moverán constantemente por tú tren ayudando o creando problemas. Algunos, cuando bajen dejaran añoranza, en cambio, de otros ni te darás cuenta. En tú viaje habrá otros que harán el mismo trayecto, pero en distintos vagones, sin que interfieran en tu vida, y sabrás de ellos por terceros, a menos que te muevas por el convoy. Puede que en tú recorrido encuentres gente interesante con la que relacionarte, aunque no podremos sentarnos a su lado; no habrá asientos libres.
Los viajes son curiosos. A veces están llenos de sorpresas, de sueños, de fantasías y desafíos, de esperas y despedidas, pero en nuestro tren, nunca hay regresos -en la vida real no existe la moviola, ni el borrador-. En nuestro viaje veremos bajar amigos, hermanos y conocidos, pero nunca sabrás dónde lo harán nuestros propios compañeros.
Si lo piensas... será triste separarte de muchos... y doloroso cuando toque bajarte...
Si lo piensas... deja añoranza en tú asiento vacío.
Beltrán Salvador

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