viernes, 3 de julio de 2009

Esperanza

«Tres meses es muy poco tiempo para despedirme de mis familiares y amigos. ¿Cómo voy a explicarles que me estoy muriendo y, que mí visita, para algunos es la despedida? Y a otros, los más lejanos, ¿cómo puedo explicarles que ya no recibirán más felicitaciones, ni cartas? ¿Qué pensarán? Y mi esposa, ¿qué será de ella? No puedo hacerle esto; es una mala pasada… Esto no puede estar pasándome. Tan sólo es un mal sueño… » —. Aquellos pensamientos me tenían abstraído, y ni me daba cuenta que la enfermera cambiaba el bote de suero por otro, con un nombre extraño.
Me encontraba en el Hospital de Día. Aquella era mi primera sesión de quimioterapia, que según el hematólogo, si mi vida tenía alguna solución, sería una de las muchas por las que tendría que pasar.
El líquido empezó a gotear formando un burbujeo en el interior del frasco de cristal. Al principio lo hizo muy deprisa, hasta que se niveló, mezclándose con el suero que había en la vía que conectaba con mi brazo.
Aquel fluido transparente inició su andadura por la vena, y en su camino comenzó a devorar las células indiscriminadamente. Lo hacía sin diferenciar las buenas de las malas, las grandes o pequeñas. Su cometido era avanzar y eliminarlas. A su encuentro, el organismo se defendía con las plaquetas que se enfrentaban y sucumbían ante el invasor, que continuaba implacable su avance mezclándose con la sangre. La presión arterial mantenía el continuo flujo por las venas, y éste continuó hasta la cava superior que le conducirá directamente hasta la aurícula derecha del corazón. Allí, a cada contracción, la sangre con su mezcla de producto químico pasará al ventrículo, y a su vez, éste la enviará hasta el pulmón donde se cargará de oxigeno. A su regreso al corazón, lo hará al lado izquierdo, y a cada contracción pasará de la aurícula al ventrículo y se encaminará por la vena aorta hasta sus ramificaciones más extremas.
Las partículas químicas continuaran su recorrido por toda la red de venas y capilares, mezclada con la sangre, entablando batalla contra todo lo que se oponga a su camino. En los tejidos, la sangre irá dejando su carga de oxigeno y nutrientes, y recogiendo los desechos para mantenerlos limpios, y regresará al corazón para volver y repetir incansable una y mil veces el mismo camino. Y el líquido transparente seguirá invadiendo todas las partes del cuerpo, eliminando células, buenas y malas, grandes y pequeñas, porque ese es su cometido.
La enfermera cambió el frasco por otro de color calabaza, y este empezó a gotear formando un burbujeo en su interior. Al principio lo hizo muy deprisa, hasta que la vía se niveló, y el nuevo producto avanzó mezclándose con la sangre, devorando células. Lo hacía sin diferenciar las buenas de las malas, las grandes o pequeñas. Su cometido era avanzar y eliminarlas.
Más tarde, el nuevo producto era azulado.
La invasión del cuerpo por el constante goteo de productos químicos continuó durante un par de horas, y hasta que las defensas del cuerpo se deshicieran por completo del invasor, tendría que pasar muchos días. Todo el tiempo, las partículas químicas continuarán devorando células, buenas y malas, grandes y pequeñas.
La médula ósea continuará fabricando células sin enfermedad, y enviándolas al torrente sanguíneo donde se mezclaran con las viejas. Algunas sucumbirán al ataque del producto químico invasor, pero otras continuaran su andadura por venas y capilares irrigando el tejido...
De repente desperté y recordé el motivo por el que estaba allí, el miedo que había pasado. Mi esperanza era que aquello diera resultado. Tenía frío.
... [...]

® Yo también tengo cáncer - Beltrán Salvador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario