martes, 23 de junio de 2009

La vida es un sueño, y corremos el riesgo de despertar

De repente recordé el motivo por el que estaba allí, el camino recorrido, el miedo que había pasado. Todo tenía un motivo; debía recuperar la esperanza. Se me había confiado la misión; aunque nadie más quiso hacerlo; aquello me nombró, el más capacitado, sin serlo, aunque había otros más preparados.
El mundo se hallaba inmerso en una gran decepción, y la cosa parecía no tener futuro. En un principio se le llamó estrés, más tarde neurosis, y al final desilusión, desesperanza. Las cosas sucedieron, sin proponerse. Porque sí, de repente. Todos teníamos la necesidad de ser los mejores. Teníamos un hambre voraz., y parecía interesante, sin embargo, lo que se pensaba que sería bueno para todos, resultó ser un enorme desastre. La competencia traería grandes cambios al mundo, y los expertos no habían pensado en ello, tan sólo lo hicieron para enriquecerse, sin importarles el precio.
Los de aquella generación fueron educados para competir, sin bases éticas. Y así crecieron, sin rendirse, como soldados cuya doctrina es la de caminar sin mirar atrás, sin importar a quién destruían, a quien derrotaban. Sólo les importaba ganar.
En pocos años se habían cumplido sus metas, aunque no su codicia, pero el mundo se había destruido, y no había nuevas metas que cubrir. Los recursos se habían terminado, y el mundo temblaba ante una desoladora perspectiva.
Entonces recordé el motivo por el que estaba allí, pensando, en la nada.
El tiempo psicológico no es uniforme. Aquello era una forma de especular sobre la existencia. Si por un momento te paras a pensar en lo que te rodea, te das cuenta de que nuestra sensación de tiempo viene dada por ciertos hechos conocidos de nuestras vidas, y este se modifica a medida que nosotros cambiamos. Y por eso estoy aquí, de nuevo, buscando una forma de poder comunicarles…, eso. A sabiendas de que probablemente no estéis en condiciones de entenderlo... ni yo de explicártelo.

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